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Usos del cobre en las distintas épocas: Renacimiento y Revolución Industrial

Fuente y publicación original: Instituto de Ingenieros de Minas de Chile

“En el periodo comprendido entre 1750 y 1910, que destaca por la invención de la máquina a vapor, impulsa una serie de desarrollos con uso de partes y piezas de cobre”

En el Renacimiento (1492-1789) no hubo muchos cambios en cuanto al uso del cobre con la época anterior más allá de las nuevas producciones y sus innovadores métodos de grabado. Es por esto que nos centraremos principalmente en la Revolución Industrial para abarcar las producciones artísticas en otra sección más adelante en un nuevo capítulo.

Las universidades creadas a finales de la Edad Media, los descubrimientos de Asia, África y América, el desarrollo de las ciencias y del arte, la astronomía y navegación formaron la base intelectual y científica de la época que hoy llamamos Revolución Industrial. Es la época de grandes inventos que cambiarán la estructura de la sociedad permitiendo una mejora paulatina de la calidad de vida de la población.

El hecho más característico es la invención de la máquina a vapor que da un enorme impulso a la producción industrial haciéndola más eficiente; revoluciona el transporte terrestre con la construcción de los sistemas ferroviarios; y el transporte marítimo reemplazando los barcos a vela con casco de madera por vapores más grandes y eficientes con casco de acero.

Todas las nuevas máquinas y los instrumentos de medición requeridos por los nuevos desarrollos técnicos y científicos requerían partes y piezas de cobre, bronce y latón. Fue de gran ayuda el descubrimiento de un proceso para la producción de zinc en 1738, que permitió finalmente la producción a gran escala y a bajo costo del latón, principal aleación del cobre. Recordemos que, hasta esta fecha, el latón era más caro que el cobre por su sofisticada tecnología de producción.

A mediados del Siglo XVIII también comenzó el recubrimiento de los cascos de madera de los barcos con láminas de cobre para protegerlos de la terrible bruma y para evitar la adherencia de algas y moluscos. Este es uno de los primeros usos bactericidas del cobre y llegó a ser su principal uso a mediados del Siglo XIX, antes de la introducción de los cascos de acero. Adicionalmente en 1769 se inventó la prensa para estampados y tanto el cobre como el latón se prestaban especialmente para ello. Con este Invento se pudieron hacer cantidades industriales de botones, vasijas y elementos decorativos de muebles que marcaron el Siglo XIX. Esta máquina también se adaptó para la acuñación de monedas de cobre que fue otro segmento industrial que renació en aquella época.

A fines del Siglo XVIII se inventó el pararrayos de cobre (Benjamin Franklin), que pasó a ser un elemento de construcción obligado para los edificios. Este invento fue adaptado más tarde a todos los barcos de la época, contribuyendo así también al aumento del consumo de este metal.

El primer uso moderno de alambre de cobre fue consecuencia del invento del telégrafo en 1837 por Samuel Morse. Poco después comenzó el tendido de cables submarinos, el primero de Dover (Reino Unido) a Calais (Francia) en 1851 y poco después de Europa a los Estados Unidos.

Otro proceso que revolucionó la época fue la fabricación de proyectiles con vainas de latón de todos los tamaños, lo que introdujo uno de los mayores cambios en la industria bélica. Por algunos años, en la segunda mitad del Siglo XIX, este campo pasó a ser el de mayor uso del cobre.

A comienzos del Siglo XIX, se estableció la teoría de la electricidad y del electromagnetismo por Michael Faraday, Alessandro Voila, Ernst Werner von Siemens, Thomas Edison, etc, creándose con ello las bases para una nueva era industrial y comunicacional que colocó al cobre en el centro de los metales demandados por estos nuevos desarrollos tecnológicos.

El cuadro Nº1 muestra los objetos de cobre típicos de la época y el cuadro Nº2 indica la forma (Cu, aleación) de cómo el cobre entró en la cadena del consumo, y las principales propiedades que incentivan su uso. Todos estos nuevos inventos y desarrollos tecnológicos incrementaron fuertemente la demanda por cobre; aumentando significativamente su precio, llegando a comienzos del Siglo XIX a más de US$11.000/ton (a precios de hoy) incentivando la búsqueda de nuevos yacimientos de cobre lejos de Europa cuyas propias minas estaban en franca declinación. Y ésta fue la hora de Chile, donde se encontraban las mayores reservas y los minerales más ricos aún no explotados.

(Cuadro N°1)

 

(Cuadro N°2)

 

El país pasó a ser en muy corto tiempo el principal productor de cobre del mundo (cuadro Nº3) ayudado por los adelantos técnicos productivos (horno de reverbero), las mejoras logísticas terrestres (líneas férreas de la mina al puerto) y por los menores costos de fletes navieros (menor costo de fletes por barcos de mayor tamaño y más eficientes). Paralelamente a ello, durante la primera mitad del Siglo XIX comenzó la rápida declinación de la producción de cobre de las minas inglesas de Cornwall, que por un tiempo fue la región de mayor producción de cobre del mundo. También disminuyeron su participación en la producción mundial los otros dos grandes productores de la época: Rusia y Japón.

(Cuadro N°3)

 

Gracias a los adelantos descritos y a la rápida construcción de fundiciones a lo largo del país, el cobre chileno llenó el vacío dejado por los productores europeos y pasó a ser el principal abastecedor de la gran demanda creada por la Revolución Industrial.

En 1876 se fundó el London Metal Exchange (LME) adaptándose entre otros también la cotización “tres meses” que correspondía al tiempo de navegación que demoraban los famosos “Chilean bars” (80Kg) en llegar a puertos ingleses.

 

Fuente y publicación original: Instituto de Ingenieros de Minas de Chile

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