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Carlos Vega: “Para que la minería siga siendo competitiva tiene que crecer”

A juicio de este socio de Voces Mineras, que la minería siga creciendo depende de establecer buenos acuerdos de largo plazo, tanto para el Estado como para los inversionistas.

De profundas raíces mineras, el vínculo de Carlos Vega con la minería surge desde temprana edad. Nacido en tierra de mineros, Copiapó, proviene de una familia que se dedicaba a la actividad minera de pequeña escala. Gracias a su tenacidad e insistencia, estudió la carrera que siempre quiso desde niño y hoy se siente un agradecido de su profesión –Ingeniero Civil de Minas– que lleva ejerciendo por más de 50 años.

La educación básica y media la cursó en el Liceo Católico Atacama, LCA, de la orden Franciscana. Al terminar sus estudios en la Escuela de Minas de Copiapó, se fue a la capital para continuar su formación y sacar el grado de Ingeniería Civil, título que obtuvo en la entonces Universidad Técnica del Estado (UTE), hoy Universidad de Santiago.

Tras egresar de la UTE, en 1967 ingresó a trabajar en la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), donde alcanzó a estar tan solo un año, porque quiso postular a Chuquicamata –que pertenecía a Anaconda Company–, a la que se integró en 1968 como ingeniero supernumerario y luego continuó como jefe de turno. “Eso me significó estar en medio de la evolución de la gran minería en Chile, pasando por la Chilenización y la Nacionalización, en que tuvimos que probar cuan preparados estábamos para asumir este desafío, respecto de lo cual algunos pensaban que no estábamos listos y no podríamos sacar adelante la tarea”, comenta.

En el momento de la Nacionalización Carlos Vega se desempeñaba como ayudante del superintendente Operaciones Mina, responsable de la producción del rajo Chuquicamata, perforación, tronadura, palas, trenes, camiones y chancador, con una organización de un poco más de mil personas.

Cuando le preguntamos cuán complejo fue asumir la responsabilidad de darle continuidad a la operación una vez que se fueron los norteamericanos, prefiere no usar la palabra difícil. “No quiero pecar de soberbio, pero ya estábamos metidos en ese ‘baile’ y lo tomamos con cierta naturalidad. La posibilidad de que la minería se nacionalizara venía anunciándose con todas las postulaciones de senadores y potenciales candidatos a la Presidencia, que traían en su cartera de proyectos la idea de chilenizar o nacionalizar el cobre. Entonces, era el camino más probable y nosotros conocíamos las fortalezas y debilidades de la mina”, asevera.

Vega recuerda que con lo que se disponía entonces y lo que pudieron conseguir, trabajaron en recuperar la mina para contar con reservas a la vista, sacar el máximo de mineral, afortunadamente con leyes muy superiores a las actuales, y generar ingresos para el Estado. Admite que lo hicieron tomando más riesgos al operar con mayor ángulo de talud del rajo y acelerar el desarrollo del yacimiento. También mejoraron la relación de trabajo en equipo entre geología y planificación mina y el proceso del mineral, controlando al límite la presencia de elementos no deseados en los concentrados; y optimizaron la relación entre mantenimiento y operaciones, con el objetivo de aumentar la confiabilidad de los equipos y los sistemas de producción.

Dice que tuvieron que poner fuerte acento en convencer a los trabajadores que la explotación minera era de todos y que tenían que ser más que responsables en cumplir y demostrarlo en el quehacer diario. Con ello, se hizo muy relevante la capacitación de la gente. “No se podía entregarle y menos exigirle el buen uso de una herramienta de trabajo tecnológicamente más sofisticada y no tener la gente preparada para poder entender y usar esa tecnología”, remarca.

Para darle mayor flexibilidad a la operación, decidieron reemplazar el ferrocarril por camiones de extracción, lo que les permitió ir incorporando equipos más eficientes, de menor costo operacional e incrementar la productividad.

De esa época destaca que tuvo la oportunidad de recorrer otros países mineros para ver qué estaban haciendo en las distintas áreas del negocio, valorando el intercambio que se produjo. “Lo curioso es que también llegamos a faenas mineras de Anaconda, donde fuimos atendidos técnicamente bien, sin hablar del tema de la nacionalización”, puntualiza.

De Chuqui al mundo privado

Carlos Vega es actualmente tesorero en la Directiva de Voces Mineras A.G.

En total, permaneció 18 años y medio en Chuquicamata, de la que llegó a ser Gerente Mina en 1978 durante ocho años, para luego convertirse en asesor de la Vicepresidencia de Operaciones de Codelco entre 1986 y fines de 1987. Estando en esa función participó en la “licitación” del yacimiento de oro El Hueso, de la División Salvador, que generó el descontento de geólogos e ingenieros, quienes querían que éste fuera explotado por Codelco.

Ese hito empujó su renuncia a la estatal para pasar al mundo privado. Aceptó hacerse cargo de la empresa Explocar, ligada al empresario Carlos Cardoen. Al poco andar en esa compañía, recomendó venderla, proceso que lideró y terminó en la enajenación del 50% de ella a ICI Explosives. Siguió como director de esta última y en paralelo asumió el desafío de formar la compañía minera Mincar, en la Tercera Región, de la que después de unos años decidieron vender toda su propiedad minera y participación societaria.

En este recorrido también fue estableciendo lazos con empresas proveedoras. Una de ellas fue Enaex, que le invitó a formar parte del Directorio a mediados de los ‘90 y de la que fue asesor permanente desde 1994 hasta 2021. En esa época fundó DGA Min Ltda, a través de la cual, además de otorgar servicios de ingeniería a mineras y proyectos mineros, presta servicios de asesoría a diferentes compañías ligadas a la minería, como Züblin, Komatsu, Captagua y Metalbrass.

En el plano gremial, Carlos Vega fue presidente del Instituto de Ingenieros de Minas de Chile (IIMCh) en cuatro oportunidades: primero en 1991 y 1992 y luego en dos periodos continuos (1998-99 y 2000-2001). Previamente, estando en la vicepresidencia del IIMCh, le tocó gestionar la compra de la primera sede que tuvo esta entidad en Av. Bulnes, y después, ya como presidente, en 2001 lideró la adquisición y traslado a las oficinas actuales, en calle Encomenderos.

En la década de 1990 también fue consejero del Colegio de Ingenieros de Chile, del que llegó a ser vicepresidente. En la actualidad es socio de la asociación gremial Voces Mineras, donde forma parte de la Directiva en el rol de tesorero.

Chile, país minero

– A su juicio, ¿dónde están hoy los principales desafíos que tiene la industria minera?

– El desafío principal es que la minería tiene que seguir siendo competitiva y para ser competitiva, tiene que crecer. No veo otra alternativa. Además, el mundo necesita que así sea.

– ¿Están las condiciones en Chile para que la minería siga creciendo?

– No está la mesa servida, hay que prepararla, y eso toma tiempo y requiere de una política permanente. Sin embargo, sin culpar a nadie, hemos estado un tanto frenados. Porque hubo un gran desarrollo y todos hablan de los diez años en que se impulsó la minería, con el Decreto Ley 600, pero no se le ha dado la continuidad que este sector de la economía demanda, merece y necesita.

Hace tiempo que vengo diciendo e incluso lo planteé como presidente del IIMCh en la ceremonia de inauguración de Expomin en Cerrillos hace años, ante la presencia del Presidente Ricardo Lagos y el presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura –la feria se realizaba en el recinto de Fisa–, que “decimos que Chile es un país minero, pero la verdad es que seguimos siendo un país agrícola”. Ese chip hay que cambiarlo en la mentalidad del chileno. Y agrego ahora que hay espacio para todos los sectores, sin desmerecer a ninguno.

– ¿Cuáles son los síntomas de eso?

– Donde uno va, encuentra que la minería levanta polvo, ensucia, emana gases, usa toda el agua, contamina todo. Trabajando para Antofagasta Minerals, en Pelambres, a través de la Universidad de La Serena, me pidieron conversar con las comunidades. No sé cuántos meses estuve yendo todos los sábado y domingo, viajando desde Santiago, incluso con mi señora y mis dos hijas pequeñas, para ir a “predicar” sobre lo que ha sido la minería en la historia y la evolución que ha tenido el país gracias a ella, en lo social y económico. Hay total desconocimiento de lo positivo de la minería; casi nadie la aprecia ni la valora en su justa medida y lamentablemente muchas veces las autoridades sólo piensan en sacar el máximo de esta riqueza y, a sabiendas que es un recurso no renovable, limitan la reinversión necesaria en ella, poniendo en riesgo el negocio y obstaculizando en el tiempo su aprovechamiento pleno.

Sin embargo, nuestra naturaleza y el mundo nos sigue ofreciendo nuevas y un sinfín de oportunidades, porque nuestro país es rico en minería. Los inversionistas quieren seguir invirtiendo en Chile y el mercado nos necesita; por ende, quiere que nuestra minería siga creciendo, lo que depende de establecer buenos acuerdos de largo plazo para el Estado y para el inversionista.

– ¿En qué medida la industria es responsable de la percepción más bien negativa que existe de la minería en parte de la población?

– Históricamente, por deficientes políticas de la industria y moderadas exigencias y controles del Estado relacionadas con la salud y la seguridad de las personas; bajo nivel de educación de la gente; limitado conocimiento del trabajador de los riesgos que incluía el operar en un medio como la minería, personal que provenía de la ciudad o del campo. La escala de producción de la minería era relativamente baja y sólo con la revolucion industrial aparecieron a la vista las fuentes de emanación de gases, por más alto consumo de carbón, metales y combustibles fósiles.

El avance tecnológico disminuyó la mano de obra, que fue siendo reemplazada por las máquinas, y favoreció el crecimiento de la industria y la preocupación por la educación, seguridad y salud de la gente, aumentando el consumo y mayores demandas salariales.  Las personas emigraron a las ciudades, lo que como en la actualidad perjudicó la calidad del aire y del agua y, por ende, la salud de la gente. Se comienza a hablar de contaminación y la necesidad de cuidar el medio ambiente.

En Chuquicamata, con la administración chilena, después de preocuparnos de producir, se comenzó a hablar de productividad, nuevas tecnologías, salud y seguridad, que pasó a ser el índice de control prioritario. Las exigencias del mercado de nuestros productos y el contenido de arsénico asociado al contenido de cobre en el mineral, nos llevó a controlar mejor la mezcla enviada a proceso, para que el producto final no fuera castigado. Y para disminuir la emisión de gases, se construyó una planta de ácido sulfúrico. Por razones de aumento de producción y costos, se hicieron planes de ahorro de los principales insumos, como energía eléctrica, combustibles, agua, relacionados con el cuidado ambiental de nuestro campamento y Calama, sin hablar aún de políticas ambientales, aunque en el hemisferio norte ya se hacía.

Actualmente existen la tecnología y los medios para poder operar con el menor impacto posible, aunque el volúmen de mineral a procesar sólo en el caso de Chuquicamata haya aumentado de 40.000 a 140.000 tpd y más.

Hoy la minería procura recuperar el tiempo perdido con malas políticas de difusión de su quehacer diario y de largo aliento, haciendo cambios significativos de acercamiento a las comunidades y mostrando en forma abierta sus planes, sus operaciones e innovaciones para minimizar su impacto: más tecnología, mayor productividad, menor consumo de agua continental, más empleo de energías renovables, menor emisiones de gases, respeto del medio ambiente y mejor convivencia con las comunidades.

Carlos Vega durante la entrevista para Voces Mineras.

Asociarse y aprovechar sinergias

– ¿Cómo ve al sector en cuanto a la incorporación y uso de nueva tecnología?

– Hay que estar abiertos a la tecnología y saberla emplear. Y crecer en la justa medida. No podemos tener una oferta demasiado grande, porque impactamos el mercado. No podemos volvernos locos y debemos cuidar la riqueza natural que tenemos. Cuántas “sobras” hemos acumulado. Algunos hablan de 700 a 800 depósitos de relaves, muchos de los cuales ya comienzan a “reprocesarse”. Como DGA Min andamos “intruseando” por ahí, que ojalá resulte.

Para nosotros era una gran preocupación que Chuquicamata llegara a tener una ley media de 1%, lo que nos exigía crecer y ser más eficientes, que los camiones y palas fueran de mayor capacidad, con más tecnología y trabajar en conjunto. Y eso lo llevo ahora a nivel de país; no se puede seguir trabajando por separado tras un mismo fin. Por ejemplo, en el litio, donde cada uno quiere explotar por su cuenta, el gobierno quiere formar una empresa nacional…¿por qué? Si está el conocimiento, la experiencia y el mercado pronostica aumento de la demanda y buen precio.  Luego el Estado debe aprovechar esta coyuntura para aumentar la producción de litio, invitando a los interesados a participar en esta oportunidad.

– ¿A través de una asociación entre el sector público y el privado?

– Nosotros estamos con Teck en Quebrada Blanca con un 10%, porque se llegó a un acuerdo. Hoy Teck está invirtiendo US$7 mil millones en Quebrada Blanca 2. Hay que buscar este tipo de alianzas. Igual que en el caso del acuerdo entre Corfo y SQM, en que esta empresa dio un aporte de US$3.600 al Estado en el tercer trimestre, gracias a un precio impensable del litio y al acuerdo existente.

Hay que aprovechar las sinergias, porque estamos todos metidos en el mismo barco y queremos que nos vaya bien. Hay trabajar en conjunto, con colaboración y entregando cada socio su mejor aporte para el éxito del negocio.

 

Carlos Vega es padre de cinco hijos, tres del primer matrimonio, nacidos en Chuquicamata y quienes le han dado ya cuatro nietos, y dos hijas nacidas en Santiago, en segundas nupcias. Si bien ninguno de ellos está vinculado a la minería, su hija Carla, arquitecta titulada este año, hizo su memoria sobre asientos mineros, destacando a Potrerillos como ejemplo, campamento que tuvieron la oportunidad de recorrer juntos en diciembre de 2021: “Un lugar de inolvidables recuerdos cuando lo visitaba en mi juventud como estudiante y cuando estuve en Codelco Central en la VP de Operaciones, que ahora se encuentra semi desmantelado por ladrones o intrusos”, dice.

Una de sus nietas, Rafaela, heredó su pasión minera: está estudiando Ingeniería de Minas en la Universidad del Desarrollo.

 

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