Tiempos de Crisis: Minería al Servicio de la Comunidad
Este difícil período de tiempo debe ser aprovechado para demostrar que la industria minera forma parte de la ciudadanía común, difundiendo el aporte a su bienestar y desarrollo, como también acudiendo en su ayuda sin ser llamada, tal cual lo hace en emergencias al ser golpeados por eventos naturales
Sabido solo por algunos, pero totalmente demostrable es el hecho que la actividad minera siempre ha estado ligada a nuestra historia, aún antes de la llegada de Pedro de Valdivia a San Pedro de Atacama. Y lo seguirá estando, a lo menos en los siguientes cien años.
Desde sus comienzos como nación, la historia, la economía y hasta la política del país han sido influidas por hechos relacionados a la explotación minera. Solo como ejemplos se pueden mencionar la intensa búsqueda de oro por la Corona española; el salitre y la Guerra del Pacífico; la plata y la revolución de 1891; el carbón y el desarrollo industrial, y sin duda el cobre y el proceso de nacionalización de la gran minería, incluyendo los yacimientos de Andina, Chuquicamata, Exótica, El Salvador y El Teniente.
Y aunque la actividad minera sigue siendo hasta nuestros días el principal contribuyente al erario nacional, llegando a aportar cerca del 15% de la recaudación total del país, esto no es noticia y no ocupa titulares de los diarios. Así la contribución de la minería a la sociedad no es lo que más destacan los medios, recogiendo más bien aquellos aspectos más problemáticos – o llamativos para la opinión pública- de la actividad, tales como los accidentes laborales, la posible contaminación del aire, ríos y océanos, el alto consumo de energía y agua, o la pronunciada y sostenida caída del precio del cobre.
Es sólo en estas circunstancias en que la inminente pérdida de ingresos para el país preocupa a las autoridades de turno y a la clase política, quienes recuerdan en sus discursos la importancia que tiene este sector para el Presupuesto Anual, la materialización de los Planes Sociales, de Infraestructura y de Servicio, y para el crecimiento y mejoramiento de las condiciones de vida del país y de la sociedad en su conjunto.
Cambios en minería y sociedad
Lo anterior parece ser el sino de nuestros tiempos y de nuestra sociedad, donde es más fácil y “vende” más hablar, comentar y hacerse experto en opinar sobre cosas negativas antes que destacar el lado positivo y el esfuerzo que hay detrás de una actividad como la minería.
Se suma a lo anterior un completo desconocimiento de la ciudadanía sobre la minería.
Se cree, por ejemplo, que esta actividad técnica-económica es de una categoría inferior comparada con cualquier otro sector o industria productiva de bienes de exportación, simplemente porque es de índole primaria y perteneciente al mercado de los commodities.
Y se olvida que las exportaciones de minerales y metales representaron en 2014 un ingreso de divisas para el país de US$ 42.000 millones, representando un 54,7% del total de bienes y productos exportados.
Se desconoce, además, el esfuerzo y la tecnología involucrada en producir 5 kilos de cobre después de procesar 1.000 kilos de roca, y convertirlas en concentrado de alta ley o cátodos de alta pureza, descartando impurezas tales como el arsénico, y aprovechando además los mínimos contenidos de oro, plata, molibdeno, renio, cumpliendo, en paralelo, con las estrictas normas ambientales vigentes que obligan a la captura de un alto porcentaje de las emisiones de los gases, proyectándose que esta exigencia se eleve a un 95% hacia diciembre de 2018.
Por todas estas razones, si queremos cambiar esta forma de pensar y desconocimiento, es necesario revisar y mejorar la relación entre minería y sociedad. Sabemos que Chile necesita de la minería, pero al mismo tiempo la minería también requiere de la ciudadanía, de su entendimiento, comprensión y evaluación positiva. Llegar a este equilibrio es un largo y difícil camino, pero factible de realizar, mediante un trabajo perseverante, integrador, que debe llevar a la industria a ponerse en el lugar del ciudadano, para entenderlo, ganar su confianza e involucrarlo en el proyecto, para que éste vislumbre los beneficios directos para él y su comunidad.
Asimismo, es necesario que los efectos negativos que la construcción y operación conllevan, puedan ser mitigados por medidas que se acuerden en conjunto y no unilateralmente por las compañías mineras. En este sentido se debe tratar, en lo posible, de ejecutar emprendimientos que aseguren sustentabilidad futura para la sociedad inserta en esa comunidad, sobre todo al momento y en forma posterior al cierre de la faena extractiva.
“si queremos cambiar esta forma de pensar y desconocimiento, es necesario revisar y mejorar la relación entre minería y sociedad”
Minería en tiempos de crisis
Para nadie es un misterio que el denominado Ciclo de Altos Precios de los Metales se extendió más de lo esperado durante la presente década. El alto precio del cobre hizo que las compañías generaran utilidades nunca pensadas y recuperaran inversiones en un plazo de dos años, o menos, algo que no es común ver en el negocio minero, considerado de largo plazo.
Bajo este escenario, nuevos invitados a la explotación minera, con una mentalidad de negocio diferente, llegaron a aprovechar esta inesperada y temporal alza de precios.
Lo anterior provocó un desmedido crecimiento, generándose de paso una escasez de mano de obra especializada, de profesionales, equipo e insumos, lo que alentó el aumento de los costos de mano de obra, de los servicios y de las necesidades requeridas.
Esta dinámica desembocó finalmente en una etapa de gestión acelerada, de mirada de cortoplacista, y finalmente, en una ineficiencia en las operaciones.
Sin embargo, el ciclo de altos precios habría finalizado. El 2015 está golpeando el mercado, con un precio promedio estimado de US$ 2,53/lb. Chile, como primer productor de cobre del mundo y dependiente económicamente de este negocio, está siendo directamente afectado por las decisiones que se están tomando internacionalmente y también por las medidas que se aplican y pretenden introducirse en el país.
En este sentido, los cambios internos en las reglas del juego, en tramitación y aún sin precisar, sin duda han incrementado la incertidumbre del negocio y ha llevado a los inversionistas a congelar proyectos y asumir decisiones influidas por la pobre proyección del mercado de los metales en general, como ya lo demuestran el retraso en el desarrollo de iniciativas en las faenas de Andina, Los Pelambres, Collahuasi, y otros.
Asimismo, cambios radicales en la estrategia del negocio y de gestión han originado la venta de activos, la suspensión de inversiones, el cierre parcial o total de operaciones, acelerados planes de reducción de costos, despidos de personal, término de contratos de servicios no esenciales y renegociación de contratos con proveedores con el objetivo de palear la repentina caída del flujo de caja y el patrimonio a nivel global para no poner en riesgo la liquidez y continuidad del negocio, y no perder la confianza de los accionistas y la banca.
Los efectos secundarios de estas medidas y decisiones también han significado despidos masivos en la plantilla de trabajadores tanto de compañías mineras como de empresas ligadas a ellas.
En este sentido es necesario recordar que por cada trabajador directo la minería da indirectamente oportunidad de trabajo a otras tres personas pertenecientes al área de servicios e insumos.
Ante esta situación, hoy más que nunca es la ocasión para que las autoridades y la ciudadanía comprendan la relevancia que la minería tiene para los Chilenos y el desarrollo del país.
Voces Mineras entiende y difunde una visión objetiva y fundada de la minería como un sector relevante en los Planes de Desarrollo para el país y, como tal, está convencida de que este difícil período de tiempo, debe ser aprovechado para demostrar que la minería forma parte de la ciudadanía común y que contribuye significativamente a su bienestar y desarrollo,
Además, como ha sucedido en emergencias pasadas, tras ser golpeados por eventos naturales, el sector minero ha acudido, sin llamado ni obligación alguna, a colaborar en recomponer a la normalidad el quehacer de determinada comunidad, trabajando en conjunto con los afectados y colocándose al servicio de las autoridades y dirigentes comunitarios como un individuo e integrante más del distrito, de la provincia y de la región a la que los trabajadores de la compañía minera pertenecen.
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