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Pascual Veiga: “Se ha ido produciendo cada vez más un trabajo colaborativo”

De esa forma el ya cuatro veces presidente de Aprimin –de la cual hoy es su past president– y activo socio de Voces Mineras, describe la relación que hoy tienen las empresas proveedoras con las compañías mineras. Reconoce que costó años llegar a instalar conciencia del aporte de los proveedores en la cadena de valor de la minería.  

Se define como un marino de profesión, pero minero de corazón. Pascual Veiga tenía sólo 21 años de edad cuando, empujado por las bajas compensaciones económicas que en ese tiempo recibían los uniformados y con serias intenciones de casarse, decidió salir del mundo naval y presentarse en la empresa Gildemeister (que tenía la representación de Caterpillar) para postular a un trabajo. Por sus estudios y conocimientos en motores marinos y grupos electrógenos, lo contrataron de inmediato. Lo formaron como ingeniero de servicios para CAT, ocupación que lo acercó a la minería, atendiendo a Los Bronces a partir de 1968.

La relación con la industria minera se profundizó al poco andar, al ser trasladado hasta Antofagasta con la misión de establecer el servicio técnico de la empresa en la zona. “En ese tiempo las minas activas allá eran Chuquicamata, Mantos Blancos y La Exótica, que después se llamó Mina Sur, y otras minas menores”, recuerda. Teniendo a Chuquicamata como cliente, la minera lo reclutó en 1970 para supervisar el mantenimiento de los equipos auxiliares. Allí le tocó ser testigo de los cambios que se produjeron a partir la Nacionalización del Cobre, una época en que coincidió con algunos otros socios de Voces Mineras, entre ellos, Iván Violic, Sergio Jarpa y Carlos Vega en la mina, como también Pedro Lasota y Jürgen Leibbrandt, entre otros, en el área de procesos.

Pascual Veiga acaba de terminar su cuarto periodo como presidente de Aprimin y también es un activo socio de Voces Mineras.
Pascual Veiga acaba de terminar su cuarto periodo como presidente de Aprimin y también es un activo socio de Voces Mineras.

Pascual Veiga ha sido cuatro veces presidente de la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin) y acaba de terminar su último periodo al mando de la entidad, a la cual ha estado vinculada desde su fundación.

Hace ya 18 años que se unió a otros ejecutivos para promover la creación de Aprimin, motivado por resolver las problemáticas comunes que tenían como proveedores y las ganas de tener una mayor representatividad ante las compañías mineras. “Había una relación muy desbalanceada entre mineras y proveedores y eso me motivó a conversar con mis pares”, cuenta.

La primera reunión la tuvieron a fines del 2002. Sólo eran cinco ejecutivos de empresas OEMs: Pedro Lasota, Jeffrey Dawes, Juan Carlos Villegas, José Cuadrado y Pascual Veiga. El segundo encuentro se concretó en marzo/abril de 2003, al cual invitaron a más participantes, tratando de incorporar a proveedores relevantes de origen nacional. Terminaron la reunión con la tarea de traer, cada uno, a un socio más, para tener un núcleo de al menos 20 con el objetivo de formar un gremio. Hoy son más de 100 empresas socias, después de haber recorrido un camino con obstáculos, pero en el que ha conseguido varias satisfacciones.

– Con el paso del tiempo, ¿puede decir que el desbalance que había entre proveedores y compañías mineras se ha reducido?

– Ha habido cambios notables. Cuando en la década de 1990 empezaron a llegar las grandes mineras extranjeras, como BHP Billiton, Placer Dome, Phelps Dodge, venían con la tendencia muy fuerte de la externalización de servicios, y Codelco se empezó a dar cuenta de que tenía que cambiar algunas prácticas. Costó al comienzo, pero especialmente en los últimos 10-12 años ha tenido una evolución muy positiva en su actuar con los proveedores y en cómo trabajar colaborativamente. Tengo que reconocer a las diferentes personas que han estado actuando a niveles ejecutivos en Codelco, porque han tenido un cambio total, en 180°, en su relación con los proveedores comparado con 25-30 años atrás. En general, se ha ido produciendo cada vez más un acercamiento y un trabajo colaborativo.

Fotografía: Radomiro Tomic, Codelco.

 

– En el ejercicio de la actividad gremial, ¿cuáles han sido sus mayores satisfacciones?

– Hay varias. Pero hay un hito para mí especialmente importante, que se produjo en los tiempos del Gobierno de Ricardo Lagos. Fue cuando se negoció el llamado Royalty 1, donde había un capítulo que hacía muy cuesta arriba que la minería usara servicios externos. Porque decía que, si la compañía minera estaba en condiciones de desarrollar por sí misma ciertas actividades, podía contratar servicios externos, pero esos gastos no serían deducibles del impuesto de Primera Categoría. En el fondo, se estaba matando la externalización de servicios.

– Era un desincentivo…

– Era un desincentivo fuerte, y este tema lo transformé en mi caballo de batalla en ese entonces. Empecé a entrevistarme con diputados, senadores, hicimos presentaciones en el Congreso… Y cuando el tema estaba casi por aprobarse, en un viaje de trabajo a Australia coincidí con una visita del Gobierno de Chile a Oceanía, encabezada por el Presidente Lagos. El ministro de Minería de la época, Alfonso Dulanto, me ofreció conocer al Presidente y en el momento que me presentó, Lagos me quedó mirando y me reconoció –yo había salido hace poco en una entrevista en la revista de Sonami– y me dijo: “Usted es el que me ha estado dando la pelea con el Royalty”. Le expliqué que no es que estuviera en contra, porque el propósito del Royalty era algo que el país necesitaba, sino que mi intención era eliminar el artículo en cuestión, que era contrario a promover el desarrollo de la industria nacional y la exportación de bienes y servicios. Me agradeció el aporte y una semana después estaba eliminado el artículo.

Otra satisfacción han sido los acuerdos de homologación para los requisitos de ingreso a las faenas mineras, que logramos después de un trabajo de cerca de diez años. En este momento el 80% de la minería está homologada con los principios que promovió Aprimin.

Fotografía: Antofagasta Minerals.

 

Otro logro fue la campaña en que reunimos $400 millones para la reconstrucción del Liceo Politécnico de Constitución, que fue destruido por el terremoto de 2010; así como la campaña Solidaridad País frente al Covid-19, en que aportamos 133 cápsulas de protección médica a las UCI del país y varios otros elementos de apoyo.

También es una satisfacción que hoy en día Aprimin esté muy bien posicionada, participando en muchas instancias públicas y privadas, con un objetivo claro, orientado a la profesionalización de los servicios externos a la minería. Este posicionamiento nos permitió entregar un mensaje, a fines de 2020, frente a los desafíos constitucionales en sus aspectos relevantes para el desarrollo minero, en nuestro Foro Anual, con una audiencia en diversos canales de comunicación de más de 800.000 espectadores.

– ¿Cuáles han sido los mayores obstáculos con los que se ha encontrado en este camino que le ha tocado recorrer?

– Uno de ellos se dio en 2005, cuando Codelco puso de moda los remates inversos. Nos costó todo un año convencer a Codelco, antes que se replicara en otras compañías, que los remates inversos podían ser muy eficientes en cierto tipo de insumos o consumibles, pero en ningún caso en el área de servicios o para suministrar bienes de capital, como equipos y maquinaria. Finalmente logramos un acuerdo, porque se dieron cuenta de los perjuicios.

Tal vez el mayor obstáculo en todo lo que hemos escalado para llegar a la relación positiva con las empresas productoras, es que nos costó años –por lo menos diez- llegar a instalar conciencia real del aporte de los proveedores en la cadena de valor de la minería. Hoy en día hay conciencia absoluta que nos necesitamos mutuamente.

– ¿En esta relación, qué temas siguen estando pendientes? ¿dónde debiera estar el foco en las próximas mejoras?

– En incrementar las confianzas. Las hay, pero tenemos que terminar de consolidarlas, en el sentido de establecer relaciones de mutuo beneficio de largo plazo y mantener esos beneficios para las partes. Esto involucra no dejarse influenciar por los ciclos o las circunstancias específicas de un determinado momento. En todo proyecto las inversiones son de largo plazo y conllevan riesgos, los que de manifestarse deben ser conversados y compartidos por ambas partes. Todavía, en alguna medida, es necesario ampliar la mentalidad colaborativa haciendo que permee a toda la organización minera y no solo esté consolidado al nivel ejecutivo de las compañías.

También hay que seguir trabajando en la mejora continua en temas tales como reforzar la implementación del teletrabajo, la transformación digital y contratos inteligentes, para fortalecer el “time on tools” con ejes en homologación y mejorar en eficiencia productiva, así como en sustentabilidad, con énfasis en el desarrollo del valor social.

– Esta fue su cuarta presidencia en Aprimin. ¿Cuáles son sus expectativas en adelante, qué espera seguir haciendo?

– Esta presidencia la tomé con el compromiso de que las generaciones “jóvenes”, menores de 60 años –ríe– tomaran la posta. Voy a ser past president por dos años más, voy a seguir involucrado, pero detrás de escena. Y en el ámbito personal, hace casi cuatro años formé una pequeña empresa con otros tres socios, que se llama Ayquina SpA, dedicada a promover fusiones y adquisiciones de empresas como también prestar servicios en valorizaciones, restructuración de activos y con iniciativas en proyectos de innovación. Voy a seguir relacionado al rubro minero y al propio Aprimin, por ser director de Reliper Ltda., compañía que es también asociada a nuestro gremio.

Estoy tremendamente agradecido de haber estado tantos años al frente de Aprimin, porque me ha tocado trabajar siempre con gente en sus directorios muy profesional, colaboradora y comprometida, teniendo a la vez directores ejecutivos que con un reducido pero eficiente equipo de colaboradores, han posicionado a nuestro gremio al nivel que ostenta hoy.

 

Pascual Veiga también es un activo socio de Voces Mineras. Casado con Carmen Fogar, tiene cuatro hijos: Carmen, Gonzalo, Marisol y Francisca. Su hijo siguió sus pasos, con una carrera profesional vinculada al área de mantenimiento y comercialización de bienes de capital para la minería.

A la fecha, ya ha cumplido varios sueños: tener hijos, nietos (8), plantar un árbol y escribir un libro: “Caminos de la Memoria”.

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