Pamela Chávez: “Tenemos que usar la minería como plataforma de desarrollo de la industria del conocimiento”
La reconocida investigadora y emprendedora tecnológica de Antofagasta asumirá como directora de Codelco a fines de mayo, donde espera ver avances en innovación abierta.
Pamela Chávez es una investigadora y desarrolladora científica nata: su espíritu inquieto la llevó a acercarse a la ciencia a los 14 años de edad, un vínculo que ha ido fortaleciendo a lo largo de su vida. Ingeniera en Acuicultura de la Universidad de Antofagasta, tiene un master en Ciencias en Microbiología Acuática y un doctorado en Microbiología Molecular y Biotecnología de la Universidad de Kyoto, Japón. También cursó un postdoctorado en la Universidad de Hawaii y un diplomado en Tecnología, Innovación y Negocios en la Universidad Adolfo Ibáñez.
Durante casi diez años fue docente de la Universidad de Antofagasta, donde colaboró en la creación de la carrera de Biotecnología, además de crear y dirigir el Centro de Biotecnología y Biología Molecular.
Inspirada en aportar con soluciones de alto impacto, también se convirtió en una emprendedora de la innovación: en 2007 fundó la empresa biotecnológica Aguamarina, de la que salió 13 años después para crear –junto a otras dos socias– Domolif SpA., firma de base científica-tecnológica enfocada en la obtención de productos con nanopartículas, principalmente de cobre y de origen biológico a partir de bacterias.
A fines de mayo asumirá como directora de Codelco, un nombramiento que ha sido muy valorado por la comunidad científica y emprendedores tecnológicos, así como porque llegarán dos mujeres –Pamela Chávez y Josefina Montenegro– al Directorio de la minera estatal.
El camino de innovar
“Soy una enamorada de la ciencia”, declara la ingeniera en Acuicultura, recordando que en el colegio una profesora la invitó a ser parte de la academia científica, lo que para ella “fue como partir con un deporte nuevo”. “Era muy inquieta y toda la vida he tenido que hacer deportes para bajar las revoluciones…Partimos justo con un campeonato regional, y para mí que venía del deporte era como ejercitar otro músculo. Desde ahí nunca más me separé de la ciencia”, relata.
– ¿Con qué obstáculos te topaste en este camino de innovar y después al emprender?
Desde que era chica, el principal obstáculo ha sido la falta de recursos. Además, soy de los años ‘80, en que el país era pobre, pobre. En esa época no teníamos Internet y les escribía a los autores de los papers y ellos me mandaban libros y papers de regalo para que pudiera estudiar, porque a la biblioteca no llegaban las revistas científicas que necesitábamos. Aprendimos a trabajar con pocos recursos, pero siempre soñando con tener y poder más. Ese, creo, fue el motor que me llevó a hacer un posgrado en el extranjero, porque siempre miraba a Estados Unidos, Europa, Japón, Alemania, como el lugar donde uno podía dejar de pensar en cuánto me va a costar o dónde me puedo conseguir.
Y para poder hacer un emprendimiento de base científico-tecnológica, que es el de mayor riesgo, también necesitas aportes del Estado. En los países desarrollados hay mucha ayuda y acá era bien limitado…Al final había que usar mucho el ingenio y entusiasmar a otros para que quieran invertir en tu proyecto. Ese gen se va desarrollando con esa necesidad.
– ¿Hubo instancias que te ayudaron en este trayecto?
Fue extraordinario que Corfo existiera. Le digo “San Corfo”, porque apuesta en innovación. Aunque estos últimos años se han ido reduciendo un poco los montos, porque el ecosistema ha crecido y hay muchos más programas que financiar. Pero creo que llegó el momento de financiar la ciencia.
Cuando volví a Chile el año 2000 me acuerdo que grandes científicos, como Pablo Valenzuela y el profesor Juan Asenjo, pidieron al Gobierno del Presidente Ricardo Lagos que aumentara la inversión en ciencia, para que pasara del 0,2% del PIB al 0,4% y ojalá al 1%. Ese es un anhelo que no ha parado. Hoy es algo más que un 0,30% pero el Estado sigue poniendo un 0,2% y la diferencia viene del mundo privado.
Ha sido buenio escuchar de este gobierno que quiere llegar al 1% del PIB. No sé si podremos, pero ya que lo dupliquemos sería extraordinario para el país y toda la industria, porque poder generar nuestras propias tecnologías nos vuelve más eficientes, más sustentables.
– ¿Cómo ves a Antofagasta en este ámbito, crees que la región pueda llegar a consolidarse como un polo innovador?
Antofagasta debería ser ya un polo de innovación potente, porque confluyen en ella muchos factores que son fundamentales y críticos para el desarrollo de Chile. Uno es la minería, pero también están las empresas de energía. Y si sumas los servicios complementarios, habilitantes para que estas industrias operen…, está todo el tema de la desalación de agua.
Recuerdo que hace algunos años se decía que el sur le iba a dar agua al norte, pero al final el que responde es el que tiene capacidades tecnológicas y Antofagasta es la región que más capacidad tiene instalada. Hoy se dice que el norte le va a dar agua al sur y eso es por know how y crecimiento. En la actualidad el 75% de la población de Antofagasta tiene agua desalada. Se logró solucionar el problema de tener la peor agua de Chile –así se solía decir– y se pasó a tener la mejor agua del país, porque es un recurso que se obtiene con alta tecnología. Las capacidades tecnológicas que habilitan industrias tan grandes como la minería y la energía, dan cuenta de que la capacidad de soporte que hay en la región es gigante. Por lo tanto, habla de una zona que, en forma natural, debería ser un hub tecnológico de alto impacto.
– ¿Cómo ha sido el rol de la academia para avanzar en ese sentido? ¿Hay un vínculo estrecho entre la investigación y las empresas?
Ahí estamos un poco “al debe”, porque tenemos un problema de colaboración. No sabemos trabajar juntos. A pesar de que tenemos varias universidades, se ve poca colaboración. Han existido intentos, pero no tenemos un sistema tan afiatado.
– ¿Qué hace falta para que este ecosistema, que parece tan prometedor, se vaya consolidando?
Hay que trabajar mucho en los liderazgos regionales, en liderazgos más propensos a la colaboración, para trabajar juntos por un bien común. Hace falta tener la voluntad de hacerlo, más que pensar que tal o cual institución debe liderar desde su vereda. Sin duda, la Universidad Católica del Norte y la Universidad de Antofagasta son tremendamente potentes, han contribuido de manera importante y son una alternativa de buena calidad de educación, pero tengo la impresión de que no hemos colaborado lo suficiente. No hay actividades en común para sacar proyectos en conjunto. Se hacen cosas aisladas, nos hace falta una mirada más integradora.
Círculo virtuoso
– ¿Cuán receptiva consideras que es la industria minera a la adopción de nuevas soluciones?
Sin duda la minería ha cambiado en la última década, ha avanzado mucho. Hoy existen programas de innovación abierta, en general están mucho más receptivos a acoger y probar tecnologías que lo que eran 10 años atrás. ¿Es suficiente? Claro que no, porque no hemos logrado resolver aún los mega problemas o desafíos que puedan tener las compañías; hay mucho por hacer todavía. Uno quisiera que se invirtiera más…
– ¿Qué las empresas inviertan más?
Las empresas y también el Estado. Como decía, aumentar el porcentaje de investigación en el PIB. Porque, a diferencia de las otras carteras, cuando como Ministerio inviertes en ciencia y tecnología, estás haciendo una inversión, no es un gasto público. Está demostrado, todos los países que lo hacen, crecen. Hay un retorno por pago de impuestos de estas tecnologías, hay un mejoramiento de la calidad de vida, se hacen más eficientes los procesos, y todo eso tiene un beneficio económico para el país. Al invertir en ciencia y tecnología estamos levantando una industria, que es la del conocimiento.
– ¿Y en el caso de la minería, crees que lo ven como una inversión o pesa más la aversión al riesgo?
Con la innovación abierta están viendo que las nuevas tecnologías les pueden permitir ser más eficientes, tener mayor control de sus procesos, más medición, especialmente todo lo que tiene que ver con la era digital y la inteligencia de data, que puede contribuir a la calidad de vida de los trabajadores. Los temas de economía circular también son muy relevantes para la sustentabilidad de las compañías.
En realidad, los que invierten en emprendimientos son los fondos de inversión. Entonces, más que invertir en ciencia y tecnología, lo que uno pide es abrir la capacidad de compra a lo local. Porque comprar una tecnología local genera un círculo virtuoso.
– ¿Qué condiciones deben darse para que se genere ese círculo virtuoso?
Primero, declarar que un monto determinado de la compra se va a hacer en la región. Con eso cambian las reglas del juego y aumentan las empresas que se instalan en Antofagasta, Calama, Rancagua o Salamanca, para entregar servicios. Mira el impacto que eso tiene en la descentralización, en la economía local, en la generación de empleos locales. Y más aún si le sumas que se instalen fondos de inversión en esos lugares. Eso está pasando. Con el programa de Compra Local de BHP que hicimos con la Fundación Mi Norte está ocurriendo exactamente eso. Y BHP ya abrió un primer fondo de inversión con una aceleradora y la Universidad Católica del Norte. Ese es un ejemplo de colaboración virtuosa.
Antes en Antofagasta no había más de 900 proveedores de minería, en dos años somos casi 1.900. Se venden más de US$100 millones que quedan en Antofagasta. El 60% de esos proveedores nunca antes había podido venderle a una minera. Y lo más importante es que el programa les paga a siete días. Y BHP en vez de gastar más, ha ahorrado dinero.
– Frente a las definiciones político-institucionales en curso, ¿cómo ves el ambiente que se está dando para la inversión y la innovación?
No estoy muy al día con los temas de la Constituyente. Soy una persona muy poco política, soy súper técnica. Lo que sí he declarado es que la minería y las áreas en que somos buenos, tenemos que usarlas como plataforma de desarrollo de la industria del conocimiento, porque eso nos va a llevar al desarrollo que tiene que ver con el bienestar y la calidad de vida de las personas, y con un Estado que va a tener dinero para gastar en sus programas sociales.
Arribo a Codelco
– ¿Te sorprendió tu designación en el Directorio de Codelco? ¿Cómo la recibiste?
La recibí con mucha humildad, alegría y sorpresa por el cariño de la gente y los mensajes que me han llegado, que reflejan cómo todo el ecosistema siente que era necesario incorporar una mirada desde el emprendimiento tecnológico. Se ve una esperanza de que se aceleren los procesos de innovación y desarrollo tecnológico con los proveedores en la minería.
– ¿Esa es la mirada que esperas aportar a la empresa?
Es una mirada que creo es muy similar a la que tienen el Presidente Gabriel Boric y la ministra de Minería, Marcela Hernando, y el presidente del Directorio de Codelco, Máximo Pacheco, que es muy pro innovación y tecnología. Siento que llego a un equipo a contribuir, en equipo, a que esto ocurra. Me siento muy alineada con la visión.
– Desde tu perspectiva, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta Codelco?
No puedo referirme a eso, primero porque estoy en periodo de inducción y uno ve cosas de afuera pero no es lo mismo verlas desde adentro. Y como todavía no soy parte del Directorio, tampoco puedo hablar por Codelco.
– Según tu know how, ¿ves a una Codelco innovadora o te gustaría que lo fuera aún más?
Veo a una Codelco que está con una apertura fuerte, ha mandado señales potentes. Por ejemplo, cerró todos sus centros de investigación: BioSigma, Codelco Tech, IM2. Y abrió la cartera de patentes hacia el ecosistema para los emprendedores tecnológicos. Eso muestra un cambio de visión. El desafío va a ser cómo dar continuidad a esa visión y aquí es donde tenemos que alinearnos con nuestro presidente en lo que esté pensando y apoyarlo desde el punto de vista de nuestra experiencia.
Codelco venía patentando mucho, creo que es la empresa que más patenta en Chile, entonces cuando toma la decisión de abrir sus patentes, es una señal muy clara. Tengo mucha esperanza de que haya una ambición hacia la innovación abierta.