José Luis Gorrini: “Debido a la permisología, en Chile se ha hecho más difícil invertir”
El socio de Voces Mineras lamenta que Chile no pueda dar un nuevo salto en su producción de cobre, la cual –estima– debería estar en 7 millones de toneladas anuales.
Nacido y formado en Concepción, José Luis Gorrini cambió la ciudad penquista por Chuquicamata y la ingeniería química por la metalurgia. Con una larga experiencia en la industria minera, además de Codelco, trabajó en Disputada de Las Condes (Exxon Minerals), Minera Ojos del Salado y Minera Candelaria (entonces ambas de Phelps Dodge Mining). También se desempeñó como consultor de empresas proveedoras de la minería y desde mayo del año pasado se incorporó como socio de Voces Mineras A.G.
Hijo de padres con raíces italianas, el segundo de tres hermanos, durante su infancia vivió en Tomé, donde su padre se desempeñaba como gerente técnico de la Fábrica Italoamericana de Paños (FIAP).
Los tres hijos de la familia Gorrini Sanguinetti estudiaron, como internos, en el colegio de los Padres Franceses de Concepción, eran buenos para las Matemáticas y gustaban competir en juegos de cálculo mental. Tras finalizar la secundaria, los tres optaron por carreras de ingeniería, el mayor y el menor por Ingeniería Mecánica y José Luis Gorrini por Ingeniería Química, carrera por la que la Universidad de Concepción era reconocida.
En ese momento recién estaba partiendo la carrera de Ingeniería Metalúrgica, bajo el liderazgo del profesor Alexander Sutulov. Inspirado por él, decidió hacer su memoria de título en el área metalúrgica. Incluso fue el propio Sutulov quien le recomendó que se fuera a la minería, a la que dedicó gran parte de su vida. Fue así como, una vez que egresó de la universidad, a los 24 años se fue a trabajar a Chuquicamata, en tiempos de la Anaconda Copper Company.
Partió como ingeniero “rol oro”, denominación que recibían estos profesionales en la época por el atractivo sueldo que percibían, de unos US$500 al mes. Gorrini se integró a la refinería electrolítica como jefe de mantención y tenía a su cargo un grupo de unos 20 a 30 operarios.
Recuerda que en los primeros años en Chuquicamata no había tantos ingenieros chilenos; “eran tres o cuatro de la Universidad de Concepción, la mayoría eran técnicos norteamericanos”, dice. Unos años después empezaron a llegar ingenieros de otras universidades. “Al área mina entraban ingenieros de la Chile o de la Universidad Técnica del Estado. Los de Concepción iban al área de procesos”, puntualiza.
Con la Nacionalización del Cobre, la salida de los ejecutivos y profesionales norteamericanos y la creación de Codelco, los ingenieros chilenos pasaron a ocupar cargos de mayor responsabilidad. A los 31 años de edad Gorrini asumió como Superintendente General de Plantas, cargo que ocupó entre 1971 y 1973. Después del golpe militar fue designado gerente general de Chuquicamata, aunque por un periodo relativamente corto; en ese puesto fue nombrado Nicolás Tschischow y él quedó como subgerente general de la División de Codelco.
Chuqui, una escuela
En Chuquicamata estuvo 12 años. “Fue una tremenda escuela. Chuqui es muy grande, había más de 200 ingenieros y mi trabajo fundamentalmente era coordinar las funciones de las diferentes áreas, aunque me dediqué bastante a la parte de recursos humanos”, recuerda José Luis Gorrini.
Uno de sus proyectos más queridos fue formar el club de fútbol Cobreloa –en 1977–, del cual fue su primer presidente. Le tocó convencer a los sindicatos para que cada trabajador pusiera un monto a descontar por planilla y la empresa ponía el doble. “Había un muy buen financiamiento y, sobre todo, una muy buena estructura organizacional. El club se manejaba como un proyecto de ingeniería. Fue un gran éxito, porque al primer año el equipo ascendió a Primera División”, destaca.
Sus tres hijos –un hombre y dos mujeres- nacieron en Chuquicamata. Cuando el mayor cumplió 11 años, la segunda tenía 9 y la menor 6, hicieron nuevos planes con su señora, pensando en más opciones educacionales para los niños. A fines de 1978 renunció a Codelco y se trasladó a Santiago junto a su familia.
En la minería privada
Lo contrataron en Disputada de Las Condes como gerente de Ingeniería, un cargo menor al que tenía en Codelco, pero que le permitía cumplir con las expectativas familiares. A los cuatro años fue designado gerente de Servicios Técnicos, con la responsabilidad de conseguir las servidumbres y permisos que involucraban los proyectos.
En noviembre de 1986 se incorporó a Phelps Dodge, empresa norteamericana que entonces era la segunda minera de cobre más grande del mundo, después de Codelco. Tenía minas en más de 20 países y recién había comprado Ojos del Salado, donde Gorrini ocupó la Gerencia General. “Teníamos un equipo de exploraciones bastante bueno y tuvimos el éxito de descubrir la mina Candelaria, muy cerca de Ojos del Salado, en Tierra Amarilla”, relata.
Posteriormente lo nombraron vicepresidente de Phelps Dodge en Chile, donde estuvo hasta 2003. “Ese año me vino la locura de dedicarme a la agricultura”, cuenta, para lo cual gestionó una jubilación anticipada. Si bien el emprendimiento partió bien, con el paso del tiempo se dio cuenta de que los resultados eran más lentos de lo que esperaba.
En paralelo formó la empresa JLG y Cía. Ltda., firma consultora dedicada a asesorar a compañías mineras a nivel gerencial y a empresas proveedoras de bienes y servicios para la minería. Asesoró a Xstrata Copper (hoy Glencore) y Vulco Weir Minerals, además de desempeñar funciones de asesor técnico en la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin), apoyando al gerente general.
Con el paso de los años decidió disfrutar más de la familia, ya con sus tres hijos profesionales: el mayor ingeniero civil industrial especializado en informática, la segunda ingeniera comercial y la tercera diseñadora.Tiene seis nietos, con los que comparte periódicamente.
Producción estancada
– ¿Cómo ve que se está comportando la producción minera en Chile? ¿cómo explica el estancamiento?
– De todo el cobre que existe en la corteza terrestre, el 30% está en Chile, lo cual es una tremenda ventaja. Somos naturalmente el país que debería ser el principal productor, y así es. El punto es que la producción, que tuvo un gran crecimiento en la década de 1990, porque aparte de Codelco se abrieron las puertas a los inversionistas privados, desde 2003 en adelante se ha estancado en alrededor de 5,3 millones de toneladas al año. Mientras, la producción mundial, que hace 20 años llegaba a 14 millones de toneladas –incluyendo la chilena–, superó los 20 millones de toneladas. Es decir, el mundo creció y Chile se mantuvo, con lo cual la participación de nuestro país en el mercado disminuyó de un 37% a un 26% en dos décadas, en circunstancias que debiera estar sobre el 30%, porque tiene las reservas.
– ¿A qué atribuye esta situación?
– Hay varias razones que explican el fenómeno de la caída de producción; las minas se van agotando, hay una disminución en las leyes del mineral, entonces, para producir la misma cantidad de cobre hay que extraer mucho más material estéril. Las minas a rajo abierto se van profundizando, por lo que las distancias de transporte aumentan. Y tenemos el problema de Codelco, con proyectos en Chuquicamata, Andina y El Teniente que se han atrasado tremendamente; no han cumplido ni en plazo ni en valor. Todo eso ha significado que Chile no pueda dar el salto de seguir subiendo en su producción, que debería estar en 7 millones de toneladas anuales.
Por otra parte, también resulta muy relevante la falta de confianza de los inversionistas privados para iniciar nuevos proyectos, por carecer de certezas en el largo plazo. Más del 70% de la producción de cobre es de inversión privada, mientras se está produciendo un gran problema con los permisos ambientales. Debido a la permisología en Chile se ha hecho más difícil invertir. Hace algunas semanas el presidente de Algo American hizo ver que todavía tienen que tramitar más de 500 permisos sectoriales para poder empezar la construcción del proyecto Los Bronces Integrado.
¿Dónde está el mayor problema? Está en las comisiones de evaluación ambiental, integradas por una decena de seremis que, según mi opinión, tienen una fuerte componente ideológica política, y suelen atascar las aprobaciones.
Si vemos el caso de Argentina, que era como el “pariente pobre” de la minería en Latinoamérica, ahora el Gobierno de Milei está dando mayores posibilidades a la minería y está dejando actuar a los inversionistas. Eso hay que mirarlo con atención. Si les va bien y, por ejemplo, el Distrito Vicuña (en la frontera con Chile) resulta ser como se plantea, va a ser un proyecto espectacular para ese país. Puede ser un ejemplo a seguir.
– Usted mencionaba el caso de Codelco, cuyos proyectos estructurales han enfrentado aumentos en plazos y costos. ¿A qué lo atribuye, a malos cálculos o mala gestión?
– Creo que hay una mezcla. Fueron muy optimistas o tal vez les faltó información para proyectar. Por ejemplo, Chuquicamata Subterránea se pensaba que se podía hacer en cierto plazo, pero las labores subterráneas han resultado bastante más complejas que las consideradas en el proyecto y, al ser más complejas, aumentan los plazos y costos. A lo mejor faltó información. Las rocas se comportan de manera diferente, y si bien hay gente de El Teniente con mucha experiencia en minería subterránea, se dice que la roca en Chuquicamata es distinta; entonces, no siempre funciona igual y se necesitarían otros análisis de expertos.
Desafíos
– Además de los permisos, ¿qué otros desafíos enfrenta hoy la minería para desarrollarse?
– Uno de los principales desafíos es el consumo de agua, respecto del cual se ha hecho un gran esfuerzo. En mis tiempos de universidad se decía que, por cada tonelada de mineral extraído, se necesitaban 1000 litros de agua, y en las últimas décadas eso ha bajado a la mitad. Hay minas que usan el sistema de relaves filtrados, que están consumiendo 0,25 m3 por tonelada. El principal promotor de plantas desaladoras es la minería.
Otro desafío es el consumo de electricidad, en que se ha estado tratando de disminuir los consumos unitarios para producir una tonelada de cobre.
– ¿Cómo evalúa que se ha resuelto el desafío de incorporar a la mujer a la minería?
– Es una excelente noticia que la participación de las mujeres en minería haya aumentado a más de un 20%. La creación de Women In Mining (WIM) en 2015 es una señal de que no hay vuelta atrás. No me extrañaría ver en las próximas décadas una participación paritaria femenina en las empresas mineras.
Afortunadamente las creencias de antes han cambiado, y me alegra ver que haya mujeres manejando grandes camiones mineros con más seguridad. No sólo hay operadoras, sino también ingenieras, geólogas…Ha habido un importante avance.
– En cuanto a la adopción de nuevas tecnologías, ¿cree que la minería acepta las innovaciones abiertamente o con cierta reticencia?
– Hay inventos fantásticos, como la flotación para las concentradoras, que funciona hace más de 100 años y hasta el momento no se ha encontrado nada mejor. Pero también se ha ido incorporando inteligencia artificial, automatización, robótica y electromovilidad, lo que ha significado un salto cuántico en productividad, disminución de costos y de riesgos de accidentes. No es que haya reticencia, sino que hay cosas que funcionan y otras que no, y las que funcionan, con seguridad se van a utilizar.