Aranceles del 50% al cobre por Estados Unidos
En esta columna publicada por Sergio Hernández en Minería Chilena, el abogado plantea que “no existe ninguna de las razones por las que USA pueda aplicar estos aranceles al cobre chileno y a otros países de los cuales lo importa”.
Por Sergio Hernández, abogado, socio de Voces Mineras A.G.
Publicado originalmente en www.mch.cl
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha resuelto aplicar un arancel del 50% a las importaciones de cobre hacia su país, desde el próximo 1 de agosto.
Como antecedente de todas las alzas arancelarias norteamericanas, un breve análisis histórico. En una conferencia dictada en la Universidad Complutense de Madrid, en 1993, el destacado economista estadounidense Lester Thurow planteó su tesis sobre la Guerra del Siglo XXI, afirmando que la más importante no sería una guerra bélica, sino una guerra comercial entre Japón, Europa (la UE) y Estados Unidos.
Hace 32 años Thurow no visualizaba aún que, la adopción por Deng Xiaoping que ya estaba aplicando incipientemente a fines del año 1978 una economía “socialista de mercado”, iba a provocar décadas después una gran urbanización y enorme desarrollo tecnológico de ese país, convirtiéndolo en una potencia global, que posteriormente fue extendiendo sus exportaciones a todo el mundo penetrando mercados a bajos costos y ejecutando fuertes estratégicas inversiones, esperándose que China será la primera economía mundial para 2027.
Frente a ese fenómeno del crecimiento chino por varias décadas, y el alto déficit de la balanza comercial estadounidense (aunque con Chile USA es superavitaria), el presidente Trump ha iniciado, inmediatamente a su llegada al poder, una verdadera guerra comercial, imponiendo aranceles a todos los países con los que esa potencia tiene relaciones comerciales para proteger la industria local, aunque se ha estado negociando tasas definitivas recíprocas con muchos de esos países. Una verdadera paradoja: el país líder del libre mercado protegiendo sus industrias, mientras que un país comunista adoptando el libre mercado mundial.
El desarrollo de esta reciente política norteamericana no solo apunta al proteccionismo, lo que se ha permitido hacer, aunque no sin riesgos, gracias a su gran población y lo fuerte de su economía (Chile no puede ni debe hacer lo mismo, salvo probables reciprocidades), sino también para contar con un instrumento de negociación y así mejorar su déficit comercial y sentar las bases para mantener la primacía global de Estados Unidos.
Estas decisiones del presidente Trump podrán mejorar su competitividad, pero solo en algunos rubros, como el tecnológico, algunas industrias y el sector agrícola, entre otros, pero generará inflación por el mayor costo de los productos importados para el consumidor local y un relativo menor crecimiento económico.
En el caso de Chile, que exporta a Estados Unidos el 11% de su producción de cobre, los aranceles del 50% a este mineral recién resueltos por el presidente Trump no tienen justificación normativa ni comercial alguna. En efecto, este tipo de medidas, como está dicho, se aplican para proteger a la industria de cada país en la medida que se justifique por razones de dumping que haya en el país exportador. Pues bien, no existe ninguna de las razones por las que USA pueda aplicar estos aranceles al cobre chileno y a otros países de los cuales lo importa.
En primer lugar, porque ese país no tiene la capacidad de producir el diferencial de cobre que su economía necesita, más de 800.000 toneladas adicionales que importa, de las cuales más del 60% provienen de Chile, principalmente cátodos de Codelco; en otras palabras, las exportaciones a USA no compiten con la producción local. Entonces, ¿qué industria inexistente terrestre está protegiendo? Sin embargo, planteo una advertencia importante: Trump ha resuelto iniciar la explotación de minerales en los fondos marinos, donde hay cobre y otros minerales, lo que podría hacer porque Estados Unidos no es miembro de la Convención del Mar, por lo que no necesita autorización de la International Seabed Authority; además ese presidente no tiene mayor respeto por la biodiversidad marina; ese es un riesgo que no se debe subestimar.
Como segunda razón, Chile está protegido por los acuerdos comerciales con USA, que solo permite que se le apliquen sobretasas arancelarias a sus exportaciones a ese país en caso de dumping, que en Chile en este caso no existe, por cuanto los precios del cobre los determina el mercado, especialmente la Bolsa de Londres, donde se están presentando algunas volatilidades, subiendo el día del preanuncio, bajando el día de la decisión y volviendo a subir después, las que estimo transitorias.
Como tercera razón, una medida de esta naturaleza no solo no tiene justificación económica para Estados Unidos, ni autorización en el Tratado Comercial Bilateral, como ya he expresado, sino sólo perjudica a las industrias norteamericanas consumidoras del cobre chileno y al consumidor final de sus producciones.
Por último, como Estados Unidos no puede aumentar su producción terrestre de cobre, a lo menos en 8 a 10 años si es que tiene reservas suficientes, continuará necesitando del cobre chileno, por lo que la eventual sobretasa no afectaría el precio en el mediano y largo plazo de esas exportaciones desde Chile. En efecto, la tasa del 50% la paga el importador, más aún si se estima razonablemente que habrá déficit de oferta mundial de este producto. Solo es probable que, con el encarecimiento de la importación de cobre para los consumidores norteamericanos, pueda haber una disminución de la demanda, afectando transitoriamente en forma leve el precio, lo que nos obligará, como país e industria, a buscar diversificar parte del destino de nuestra producción.