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Alexander Leibbrandt: “Sin educación, va a ser difícil una aproximación positiva de la gente hacia la minería”

Durante su carrera ha promovido la difusión de la historia y cultura mineras, liderando diversas iniciativas que acercan este conocimiento a la sociedad. A partir de su experiencia en el mercado del cobre, en esta entrevista aborda las aristas a considerar para invertir o no en una nueva fundición en Chile.

Su pasión por los minerales no sólo lo llevó a seguir una próspera carrera profesional que le permitió especializarse en el mercado del cobre, sino también a liderar la iniciativa de la Colección Codelco, llegando a reunir alrededor de tres mil piezas que demuestran cómo el metal rojo ha sido usado a lo largo de la historia en diferentes rincones del planeta.

Si bien sólo una parte de esta colección se exhibe hoy al público, en Sewell, Alexander Leibbrandt confía que en algún momento se retomará la iniciativa de montar una muestra en la casa matriz de Codelco con los cerca de dos mil objetos que hoy están guardados en cajas en el subterráneo del edificio corporativo de Santiago.

“Sin educación, va a ser difícil entusiasmar a la gente para que se aproxime de una forma más positiva a la minería”, sostiene este socio de Voces Mineras. De la misma forma, lamenta que a nivel escolar no se le dé importancia a la minería y que las menciones que se hacen de ella en los textos de estudio sean pocas y muy simples.

“En una ocasión se propuso a Sonami hacer un proyecto con un “maletín minero” que llevara la minería a las aulas para lo que había que capacitar a los profesores, pero eso lamentablemente no prosperó por falta de interés y medios, y se archivó”, comenta.

Los primeros pasos

Alexander Leibbrandt fue gerente de Codelco Kupferhandel durante seis años.

Alexander Leibbrandt llegó a Chile desde Alemania en 1951, junto a sus padres y hermano Jürgen. Tenía tan solo tres años de edad cuando se radicaron en Frutillar. Allí pasó su etapa escolar, en el Colegio Alemán de la zona, estudios que posteriormente continuó en Osorno. Terminada la enseñanza media decidió partir a la Octava Región para ingresar a Ingeniería Metalúrgica en la Universidad de Concepción.

“Siempre me fascinó todo lo que es minería desde niño y decidí estudiar en Concepción una carrera que está dentro de la familia de los minerales y metales”, cuenta.

Egresó de la Universidad en diciembre de 1972, época en que “para obtener algún trabajo en El Teniente o Huachipato nos exigían estar inscritos en partidos políticos”, dice. Teniendo la posibilidad de optar a una beca en Alemania, se fue a estudiar a ese país, donde después de un año entró a trabajar en una pequeña empresa cerca de Aachen, la cual se dedicaba a realizar estudios de factibilidad de proyectos metalúrgicos.

Ahí estuvo alrededor de ocho años y como casi todos los proyectos que desarrollaban eran internacionales, le tocó visitar múltiples países, entre ellos, Estados Unidos, México, Brasil, Birmania, India, Italia, Yugoslavia, por nombrar algunos. “Solían ser uno, dos hasta tres meses viviendo allá, en el lugar donde había que instalar la planta”, recuerda.

Un año después de irse a Alemania, en 1974 se casó con su novia chilena, Elena Vergara, con quien lleva ya 48 años de matrimonio. De regreso a Chile tuvieron dos hijos.

Corría 1982 y estaba de vuelta en Chile en plena crisis económica. Fue cuando lo contactó Alfonso Dulanto para que se hiciera cargo de poner en marcha una máquina para hacer briquetas de molibdeno en la planta de Refimet.

En 1984 se fue a Codelco, al Departamento de Estudios de la Gerencia de Ventas, donde permaneció unos seis años, pasando después al área de Ventas de molibdeno y cobre. Posteriormente, se abrió la posibilidad de ir a la filial de Codelco en Alemania, la que coincidentemente había iniciado su hermano con anterioridad.

Una vez formada la subsidiaria Codelco Kupferhandel, en 1990 postuló al cargo de gerente, el que ocupó durante seis años. Le tocó absorber la agencia de ventas que antes llevaba la comercialización de los cátodos y alambrón de Codelco “y entonces empezamos a conocer el negocio propiamente tal, porque teníamos el contacto directo con los clientes”, relata.

Con el tiempo esa filial se cerró, medida que a su juicio fue un error, porque la subsidiaria tenía buenas utilidades y le permitía a Codelco participar de posibilidades de trading y aumentar su presencia en el mercado del cobre.

De nuevo en Santiago, en 1996, Alexander Leibbrandt se reintegró a la Vicepresidencia de Comercialización de Codelco, para hacerse cargo del Departamento de Cobre No Refinado, que al poco tiempo pasó a ser Subgerencia de Cobre No Refinado. Su principal función allí era abastecer a las fundiciones de Codelco, con concentrados propios o comprados, y a la vez vender los excedentes optimizando el flujo. Asimismo, dentro de sus tareas estaba llevar la relación con Enami, período que coincidió con el momento en que Codelco se hizo cargo de Ventanas.

En 2013 se retiró de la estatal, con 65 años de edad.

Alexander Leibbrandt junto a su colección personal de objetos de cobre: medios de pago, pesos y medidas.

– ¿Desde entonces usted empezó a dedicarse a la colección de objetos de cobre o partió antes?

– Partí llegando a Alemania, cuando fui por Codelco. Porque además de gustarme los minerales y metales, también me gusta la historia. Una vez en Alemania, retomé las relaciones con las universidades y la gente que conocía de antaño, y también con el Museo Minero de Bochum, con el que tuve una relación muy estrecha. Es uno de los museos mineros más importantes del mundo y les ofrecí modernizar sus vitrinas del cobre tomando como ejemplo la mina de Chuquicamata, con procesos nuevos, y llevarles minerales.

Pedí a Chuquicamata una roca de mineral lo suficientemente grande y vistosa, para que esté en la entrada de la sala del cobre. Después hicimos un proyecto para un museo de sitio en Teniente, para el que quedaron todos los estudios hechos, pero nunca se concretó.

En esa época también me di cuenta de que en Chile no teníamos nada de historia del cobre y su importancia. Viviendo en Düsseldorf empecé a comprar unas pocas piezas en anticuarios y mercados. Convencí al vicepresidente de entonces, que era Gonzalo Trivelli, de echar a andar esta colección, para la que se aprobó un presupuesto inicial de US$5.000. Ahí comenzó todo. Eso después aumentó a US$20.000 anuales. Cuando volví de Alemania, traje unos 500 objetos y con eso hicimos una primera exposición.

– ¿Dónde se hizo la exposición?

– Codelco le prestó su colección a Procobre, que estaba dedicado a la promoción de los usos del cobre, para que montara esta exposición en el Museo de Historia Natural. Duró hasta 2010 debido a que el segundo piso, que era donde estaba la muestra, ya no podía ser utilizado por el terremoto de febrero y hubo que desmantelar la exhibición.

Como viajaba casi dando la vuelta al mundo unas dos veces al año a ver clientes y negociar los contratos de concentrados de cobre, seguía a la vez comprando piezas y objetos para la colección. Sabía dónde estaban los anticuarios y mercados de pulgas y con el tiempo llegaron a juntarse alrededor de 3.000 objetos. De ellos, unos mil están en Sewell, que dispuso una sala para la historia de los usos del cobre, en el último piso. Esta se inauguró el 2006 cuando Sewell fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Otras dos mil piezas están en Codelco, en cajas, esperando tiempos mejores. Codelco tiene en proyecto hacer una sala de demostración en el primer piso de su casa matriz junto a la remodelación del edificio.

Lo que estamos preparando ahora es mostrar la exposición de la Colección Codelco que se exhibe en Sewell en la página web del Instituto de Ingenieros de Minas, en la sección de Cultura e Historia. Esta también se mostrará en la página web de Voces Mineras.

Parte de la Colección Codelco expuesta en Sewell.

– Usted que ha intentado acercar la minería a la gente, a través de estas exposiciones, ¿qué cree que hace falta para que las personas sientan una mayor vinculación con esta industria?

– Con la publicidad negativa que han tenido la minería y los metales en los últimos años, en los colegios hablan de extractivismo y todo es negativo. Lamentablemente en Chile y a nivel de Ministerio de Educación no se ve la importancia que la minería tiene para el país y, por lo tanto, no la tratan bien. Y lo que se menciona de la minería en los textos escolares, es muy poco y muy simple.

Sin educación a nivel escolar, va a ser muy difícil entusiasmar a la gente para que se aproxime de una forma más positiva al mundo minero.

Concentrados y fundiciones

– ¿Estando en la subgerencia de cobre no refinado, le tocó el periodo en que empezó a crecer la participación del concentrado en la producción y exportación de Cu?

– Vivimos toda esa época en que comenzamos a diversificar nuestros contratos que teníamos en Europa y Japón negociando nuevos contratos de largo plazo en China e India. Frente a otros productores de cobre, Codelco tiene la particularidad de tener distintas fuentes de concentrados, que son sus minas, y tener fundiciones propias. Codelco era conocido por ser fiel cumplidor de los contratos. Teníamos ahí un tremendo plus y también concentrados buenos, en particular de El Teniente y Andina.

– ¿Cuán negativo cree que pueda ser que siga aumentando la proporción de concentrados en la producción y la exportación de cobre de Chile?

– No lo veo negativo, porque aumentar la producción de cobre es buen negocio para la mina y para los impuestos que se pagan al Estado. Ahora, que sean muchos concentrados tiene riesgos asociados. Si hay un solo comprador, léase China, obviamente genera un riesgo de dependencia y si llega a actuar como Rusia… Por eso se sugiere que al menos un porcentaje, un 30 a 50%, se procese acá, por motivos estratégicos.

Pero yo no estoy a favor de que todos los concentrados que se producen en Chile deban ser fundidos en el país. Porque la fundición hoy en día simplemente no es negocio. Y si alguien tiene que construir una fundición con una inversión significativa, no habrá ninguna empresa privada que coloque plata en eso, porque no es rentable.

Nuestras refinerías están en buen estado, pero falta el eslabón de una fundición eficiente. ¿Quién absorbe los costos o las pérdidas que esta pudiera tener? Tendrá que ser el Estado, porque la empresa privada no lo va a hacer.

Y en el caso de Chuquicamata, que tiene concentrados con alto contenido de arsénico, si se venden tal cual, tienen una penalidad tan alta, que al final vale más la pena fundirlos acá, aunque los costos de su fundición sean altos.

Alexander Leibbrandt durante la entrevista para Voces Mineras.

– ¿Cómo debiera resolverse el eslabón que falta, con una nueva fundición moderna, que cumpla las normativas más exigentes (99% de captura), o mejorando las instalaciones actuales?

– El problema de los altos costos de las fundiciones es que están dentro del negocio minero, en El Teniente, Salvador y Chuqui. Por lo tanto, tienen los mismos sueldos y ventajas de los mineros y tienen las mismas reglas sindicales. Y es casi imposible manejar una fundición de manera eficiente con esa limitante y esos pagos. Mejorando las fundiciones que existen, no vas a eliminar el sobrecosto de personal. Por eso es que siempre se había planteado hacer algo independiente del negocio minero.

Cesco, que estudió este tema, planteó una fundición que sería rentable tratando concentrados sucios, es decir, considerando la penalidad. Pero Chuqui no va a cerrar su fundición para pagar lo mismo y los sindicatos no lo van a aceptar…eso no lo veo viable. En este caso, habría que mejorar la fundición e incorporarle eficiencia tecnológica.

Por lo tanto, hay que diseñar una fundición para concentrados limpios, pero esta decisión depende mucho de la actitud de los chinos. Si siguen con cargos bajos como los actuales, ¿para qué hacer una fundición?

– Hoy no existe esa amenaza, pero ¿qué pasa si sucede en el futuro?

– Las empresas grandes como Escondida, Anglo American y Collahuasi tienen los medios para salir de este cerco que podrían poner los chinos. Y ellos saben que si aumentan mucho los cargos de tratamiento, tienen al frente empresas grandes como los australianos y japoneses que tienen espaldas anchas. No van a extorsionar al mercado de concentrados, porque ellos necesitan el cobre.

Entonces, al final queda esto como una decisión estratégica del gobierno. El Estado debe decidir si, como éste es el negocio principal de Chile, tenemos que tener un pie en la fundición. Por la importancia que tiene el sector minero para la economía del país, debería ser una fundición top cerca de la costa, abierta a procesar concentrado de Perú, por ejemplo, así como del norte (de Collahuasi, Escondida) y del sur (de Andina y Los Bronces).

También está la posibilidad de que se eliminen, además de Ventanas, las fundiciones de Paipote y Salvador, y se haga una juntando a las tres, por ejemplo.

– ¿Cómo se pone todo en la balanza?

– Estructuralmente estamos con dos puntos negativos. Uno es el ácido sulfúrico, dado que con el tiempo ya no habrá el consumo para lixiviación, y las fundiciones van a tener que exportar el ácido, lo cual al final es un costo. Este costo no lo tienen los chinos, y los japoneses no tienen que ir tan lejos, pero en el caso de Chile el flete se come todo.

Lo otro es que todas las fundiciones grandes tienen procesamiento de chatarra y en Latinoamérica no hay un mercado de chatarra. Somos muy nuevos. El consumo de cobre ha sido muy bajo como para que genere una cantidad importante de cobre secundario, no así en Europa y Asia, que sí tienen. Ese es un mercado que produce buenas utilidades y un complemento ideal para una fundición. Entonces, nuestra fundición tendrá que competir con una en China o Japón que tiene precios de ácido aceptables y tiene un mercado secundario muy conveniente, que nosotros no tenemos.

Además debemos considerar las cada vez más estrictas restricciones ambientales para el transporte de concentrados, lo que finalmente favorecería a las fundiciones locales.

Debemos estar preparados para poder enfrentar los diferentes escenarios que se presenten en el futuro.

Alguien tiene que absorber eso por las ventajas que proporciona el tema ambiental, la no dependencia y el beneficio para los pequeños mineros. No veo que no sea otro que el Estado.

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