Noruega: Lecciones para Chile
Al visitar este país nórdico, queda la convicción de que deberíamos haber avanzado mucho más en materia de desarrollo económico y social.
Noruega es un país absolutamente extraordinario. Con un poco más de 5 millones de habitantes es hoy el segundo país más rico de Europa en términos per cápita después de Luxemburgo. Y no son ricos sólo en el ámbito económico sino que la calidad de vida de los noruegos, los beneficios sociales que tienen a su alcance, la naturaleza que los rodea y la conciencia de cada ciudadano sobre cómo debe cuidarla hacen de ese país un modelo increíblemente atractivo.
Esto es especialmente cierto para un chileno dado que ambos países tenemos similitudes enormes desde el punto de vista de economías basadas en un gran patrimonio de recursos naturales, homogeneidad de población, cultura y hasta educación pero grandes diferencias a la hora de la capacidad de aprovechar todas estas ventajas competitivas.
El inicio de la aventura de esta Noruega moderna se puede arbitrariamente ubicar en el año 1971 cuando comienza la explotación de petróleo en la plataforma continental. Pero más concreto aún el 14 de Julio de 1972 cuando por unanimidad del Congreso Noruego se crea la compañía petrolera estatal Den Norske Stats Oljeselskap A/S (Statoil). Al igual que el Congreso chileno hizo en 1971 al nacionalizar el cobre y dar cuerpo a lo que más tarde sería la Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco), el objetivo político que buscaban los noruegos era tener una participación activa en la industria del petróleo no como observadores sino que como actores principales en su desarrollo. El hasta entonces Ministerio de Industrias pasó a llamarse Ministerio del Petróleo y Energía del cual dependía políticamente la nueva compañía y además Statoil debía rendir cuenta anualmente al parlamento noruego (a la fecha el Estado Noruego es dueño del 67% de Statoil).
Esta decisión histórica del Congreso generó las bases para la revolución económica y social de Noruega que hasta los años 70 era parte del “montón” en Europa y que hoy, en cambio, la lidera. Demos algunos ejemplos de esta revolución social y económica basada en la propiedad estatal de los recursos naturales que va a resonar muy fuerte en el Chile actual: En Noruega la salud es gratis para todos los niños hasta los 16 años de edad y para toda mujer embarazada o que esté amamantando independiente de cualquier seguro médico que pueda tener. Para los demás ciudadanos existe un seguro de salud total con un deducible promedio de US$ 240 dólares ($ 166 mil pesos chilenos aproximadamente). Es más, toda atención médica de urgencia también es gratis para cualquiera.
Noruega, como Chile se dieron cuenta que para tener una opción al desarrollo basado en una sociedad de verdad democrática era indispensable que el Estado, a nombre de todos los ciudadanos, se hiciera dueño y operador del patrimonio excepcional que representan sus recursos naturales.
En Noruega la educación primaria y secundaria es gratis. La educación universitaria es, en su gran mayoría, administrada por el Estado y es también gratuita. Hay universidades privadas que son pagadas, sin embargo la gran mayoría de ellas reciben subsidios estatales. Todo ciudadano tiene acceso a créditos blandos y becas por lo tanto no depende de la condición económica de los padres si pueden acceder a la educación superior. En términos de financiamiento a la educación, el porcentaje del financiamiento universitario proveniente del gasto público es un 95,9% en Noruega v/s un 45,6% en Australia, un 34,8% en Estados Unidos y un 30,2% en el Reino Unido.
La semana laboral noruega es de 37,5 horas v/s las 45 de Chile y todo empleado tiene 5 semanas de vacaciones desde el primer día. Además, existe apoyo estatal para la compra de vivienda para todas aquellas personas de bajos ingresos y podríamos seguir con más ejemplos.
Por si lo anterior no bastara para admirar a este país nórdico, Noruega tiene hoy el fondo soberano más grande del mundo que la revista inglesa The Economist califica como “el ejemplo más impresionante de estrategia de largo plazo implementada por cualquier país occidental”.
El tamaño actual de ese fondo soberano llamado el Fondo de Pensión Global Noruego alcanza los US$ 873 mil millones. Su objetivo es resguardar los excedentes generados por los ingresos del petróleo en beneficio de las generaciones futuras de todos los noruegos y de paso evitando el deterioro de sus términos de intercambio por una potencial sobrevaloración de su moneda.
Además del petróleo y al igual que Chile, Noruega tiene otras industrias basadas en recursos naturales que le dan importantes ingresos. En especial la industria pesquera que por sí sola genera ingresos por alrededor de US$ 10 mil millones al año.
Codelco, el mejor negocio de Chile
En el caso de Chile las cifras globales son menores pero aún así, fenomenales para nuestra economía. Codelco le ha traspasado al Estado sobre US$ 116.000 millones de dólares en moneda actual desde su nacionalización en 1971. En un buen año de precios del cobre, la Corporación genera por sí sola cerca del 20% de los ingresos fiscales.
Codelco es de lejos el mejor negocio que Chile ha hecho en su historia y es un instrumento poderosísimo en materia de distribución de la riqueza.
Si privatizáramos Codelco sea por la vía de permitir una mala administración de su gigantesco patrimonio o por no darle el financiamiento o la capitalización que requiere “asfixiándola” financieramente, estaríamos menoscabando uno de los pilares esenciales que explican el desarrollo económico chileno.
Lo anterior me lleva al primer punto que quiero hacer y es que Noruega, como Chile se dieron cuenta que para tener una opción al desarrollo basado en una sociedad de verdad democrática era indispensable que el Estado, a nombre de todos los ciudadanos, se hiciera dueño y operador del patrimonio excepcional que representan sus recursos naturales.
Lo anterior demuestra una extraordinaria capacidad del mundo político de ambos países de ver una oportunidad única de apropiarse de una riqueza que, dejada al mundo privado, no habría llegado a los más desposeídos de sus respectivas sociedades.
El segundo punto que deseo hacer, es que la propiedad estatal de los recursos naturales es un instrumento fenomenal de la redistribución de la riqueza.
Hoy constatamos que sociedades como la de Estados Unidos que ofreció crecientes grados de igualdad económica entre sus ciudadanos en particular desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta los años 70, se ha transformado con el tiempo en una economía donde la concentración del poder económico se ha vuelto un fenómeno casi estructural.
En efecto en el año 2014 el 1% de la población recibía cerca del 40% de la riqueza del país y de acuerdo al Institute on Taxation and Economic Policy ese mismo 1% de los más ricos paga sólo el 5,4% de sus ingresos en impuestos estatales y federales mientras que el 20% más pobre paga el 10,9%.
Hay una discusión respecto al porcentaje de la riqueza total que se lleva el 1% más rico pero lo que no cabe duda es que se hace cada vez más evidente no solamente que el sistema capitalista, que el mercado por sí sólo, no garantiza el tránsito hacia sociedades más justas y democráticas sino que las políticas públicas como los impuestos, al menos en Estados Unidos, apuntan en la misma dirección cual es la mayor concentración de riqueza en los muy ricos en desmedro de todos los demás.
Desgraciadamente hasta aquí llegan las similitudes entre Chile y Noruega. Nuestro país, a diferencia de nuestra contraparte escandinava, sigue siendo un país pobre donde la salud y la educación son caras y/o de mala calidad. Donde el ingreso mínimo no permite una vida digna. Un Chile que vivió una dictadura militar que hizo pedazos su institucionalidad democrática, que desmanteló las empresas estatales en diversos rubros absolutamente estratégicos, como los nitratos, la generación eléctrica, la minería salvándose por poco el mismo Codelco que sufrió sin embargo de bajísimos niveles de inversión que claramente debilitaron su liderazgo a nivel mundial.
Mientras Noruega fortalecía sus instituciones y empresas públicas nosotros las hemos debilitado. Es cierto, hemos tenido destellos de lucidez y compromiso con una estrategia de largo plazo como en el Gobierno de Frei Ruiz Tagle cuando, contra todos los que pedían la privatización de Codelco, también dentro de la propia Concertación, el Gobierno junto a los trabajadores apoyaron un plan de inversiones de miles de millones de dólares a cambio de una disminución de costos de 10 centavos la libra.
El resultado de esta Alianza Estratégica fueron 20 centavos de disminución de costos, la expansión de Andina y la construcción de la División Radomiro Tomic, la primera División de Codelco construida 100 por ciento por la Corporación. Hay más ejemplos puntuales y no es mi intención no reconocerlo. Sin embargo, estos son sólo destellos.
El Ministerio de Minería, responsable de definir las políticas públicas en la materia y trazar los objetivos estratégicos es un ministerio sin poder político que hace lo mejor que puede pero lo que puede no es suficiente para generar iniciativas que maximicen el valor de nuestro posicionamiento absolutamente privilegiado en materia minera a nivel mundial.
Es fundamental fortalecer nuestro Ministerio de Minería dándole, entre otras, la capacidad técnica y el peso político a la altura de lo que la minería representa para Chile. Cuando el Ministro (a) de Minería dejó de ser Presidente (a) del Directorio de Codelco, la empresa productora de cobre más grande del mundo, la segunda mayor productora de molibdeno y la tercera o cuarta mayor productora de Oro y Plata, perdió mucha influencia en la industria minera a nivel nacional e internacional. Es importante que este Ministerio ejerza un liderazgo mayor no sólo a nivel de nuestro país sino también a nivel mundial en materia de desarrollo de mercados, sustentabilidad, defensa del cobre, etc.
Me parece importante hacer el punto que no estoy diciendo que el sector privado no tenga un rol fundamental que jugar en la creación de valor, también en la minería. Lo que digo es que sin Statoil y sin Codelco, nuestros países estarían en una situación infinitamente más pobre que en la que están hoy.
Esta experiencia llama a mirar con enorme realismo el rol del Estado como regulador del mercado pero también, en casos como el de Noruega y Chile, como propietario y administrador de recursos estratégicos.
Noruega no está exenta de desafíos. Hay quienes critican el tamaño del Estado. El sector público emplea el 33% de la fuerza laboral versus el 19% en el resto de la OCDE según The Economist. O la vulnerabilidad potencial a la baja del precio del petróleo. Pero habiendo dicho eso, no cabe duda alguna que Noruega tiene una institucionalidad más fuerte que la nuestra, más claridad en la definición de sus prioridades como nación y un compromiso político mucho más fuerte con la institucionalidad que requiere para alcanzarlas. Uno de los efectos colaterales de esta mejor distribución de la riqueza entre los ciudadanos gracias a la combinación de instituciones sólidas y eficientes y la propiedad estatal de los recursos naturales, es una sociedad mucho más democrática. Ciertamente, hay un sector privado dinámico y honesto presente también. En especial aquel que nació de las empresas que proveen servicios y equipos para la industria petrolera estatal.
No cabe duda que hemos recorrido un camino con muchas cosas positivas. Lo que sucede es que cuando uno visita un país como Noruega uno se queda con la convicción de que deberíamos haber avanzado mucho más en materia de desarrollo económico y social.
Aquí no puedo dejar de mencionar el tema de la honestidad. Noruega es un país con estándares éticos altos y completamente asumidos por la sociedad. Este es un pilar más importante que la propiedad estatal de los recursos naturales porque permite la confianza de los ciudadanos en sus instituciones y en sus líderes. Esto hace posible el pago de impuestos altos porque la gente confía en que serán destinados donde corresponde.
La honestidad, probidad e integridad que caracteriza a los noruegos los fortalece como comunidad. Es verdaderamente desolador el panorama que vivimos los chilenos hoy en este frente. Por donde uno mira ve la corrupción emerger. Esta es quizás la principal batalla que debemos dar: recuperar el valor por la honestidad que tiempo atrás tuvimos y que nos permitió grandes acuerdos en el ámbito político, en reformas económicas que se tradujeron en verdadero progreso para todos y en orgullo legítimo como ciudadanos de Chile.
Concluyo diciendo que estoy convencido que la visión que tuvieron los Congresos de Chile y Noruega en los años setenta cuando nacionalizaron sus principales industrias exportadoras de recursos naturales, puso a ambos países en una trayectoria inigualable para salir de la pobreza en el caso de Chile y mejorar radicalmente su riqueza en el caso de Noruega. Noruega lo logró con creces, Chile aunque avanzando está a mi juicio al debe. La propiedad estatal de recursos naturales estratégicos y la consecuente creación de Statoil y Codelco es un elemento necesario pero no suficiente para avanzar hacia el desarrollo en el caso de ambos países. Otro pie esencial es tener una sociedad que confía en sus instituciones y sus líderes y donde el ciudadano común y corriente hace suyos los valores y conductas que caracterizan a las sociedades honestas. No pretendo agotar la discusión sobre el camino que Chile ha recorrido en vías a su desarrollo económico y social. Lo que sí quiero destacar es que debemos aprender de Noruega, un país que ha tenido más éxito que nosotros.
entonces Allende tuvo un rol importante al nacionalizar el cobre y chile tuviera un mayor desarrollo? es pregunta